domingo, 17 de marzo de 2013

Quinto Domingo de Cuaresma


Q U I N T O  D O M I N G O  D E  C U A R E S M A


Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.

Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.

Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
 
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
 
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".

Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

La meditación de este Evangelio nos la ofrece el Excmo. y Rvdo. Sr. Obispo Diocesano: D. Rafael Zorzona Boy,

 M E D I T A C I O N



Queridos hermanos,

Dostoievskyi, el pensador ruso que se enfrentó al horror de la tiranía materialista y al vacío del mundo soviético, repetía una sentencia que ya se ha hecho famosa: “Sólo la belleza salvará el mundo”. Muchos se han inspirado en este pensamiento para mirar más allá de la desesperación que produce la corrupción, el paro, las divisiones familiares o los fracasos personales. La belleza de la vida que comienza en un recién nacido, del maravilloso mar que nos rodea o de una tarde de paseo con los amigos, nos permiten tomar aliento en algunos momentos, oxigenar  nuestra vida tantas veces demasiado enfrascada en lo accidental. Sin embargo, estos desahogos son sólo instantáneos, superficiales. La fe, sin embargo, nos permite atravesar esa apariencia y conseguir captar la Belleza que sostiene a todas esas otras manifestaciones de ella. Vosotros, amigos cofrades, tenéis una gran oportunidad en esta Semana Santa que está ya tan cercana. Detrás de la belleza de las imágenes que veneraremos estos días y que nos recuerdan la Pasión de Nuestro Señor y los dolores de su Santísima Madre hay un Belleza capaz de cambiar nuestra vida. No es la mera estética de la imagen, el momento o la compañía. Ni siquiera es la emoción que traen consigo el sugerente olor del incienso sagrado o la música que acompaña nuestra devoción. Nada de esto puede salvarnos. Nuestra vida después de la Semana Santa, aún habiendo tomado un poco de oxígeno y ánimo, sin embargo sigue igual. Y es que según afirmaba nuestro querido Benedicto XVI en su tiempo de Cardenal en 2002 se nos ha olvidado la segunda parte del pensamiento del famoso pensador ruso que fue capaz de superar el mal de su tiempo. Ésta dice así: “Sólo la belleza salvará el mundo. La belleza de Cristo redentor”. El entonces Cardenal Ratzinger afirmaba así:

«Quien cree en el Dios que se manifestó precisamente en el  rostro de Cristo crucificado como "amor hasta el final" sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo que sufre aprende también que la belleza de la verdad comprende la ofensa, el dolor, y el oscuro misterio de la muerte.

De este modo, sabe que la belleza sólo puede ser encontrada en la aceptación del dolor y no en ignorarlo. En todas las atrocidades de la historia un concepto meramente armonioso de la belleza no es suficiente. De hecho, en la pasión de Cristo la estética griega, tan digna de admiración, es superada. Desde entonces, la experiencia de la belleza ha recibido una nueva profundidad y un nuevo realismo.

Quien es la belleza misma se ha dejado golpear el rostro, escupir a la cara, coronar de espinas, las santas imágenes pueden hacernos “ver” todo esto de manera impactante. Pero precisamente en este rostro tan desfigurado aparece la auténtica belleza: la belleza del amor que llega "hasta el final" y que se revela más fuerte que la mentira y la violencia. Sólo si somos golpeados por el dardo de su paradójica belleza entonces le conoceremos verdaderamente y nuestra vida cambiará”.

Este amor apasionado de Dios por nosotros que llega hasta el final se manifiesta en  la Misericordia de Cristo que contemplamos este domingo en el pasaje de la mujer adúltera de  (Jn 8, 1—11). Sólo la palabra, la mano y aquella mirada de Cristo pudieron levantarla, curarla, dignificarla, y lanzarla a una vida nueva, en Su compañía. Así nos puede suceder si nosotros vivimos en profundidad esta Semana Santa el Sacramento de la Reconciliación y dejándonos herir por  la belleza de este Amor, confiados en su palabra de perdón y agarrados de su mano, volvemos a vivir la vida cristiana en plenitud, abandonando –como dice el Apóstol- el pecado que nos ata, volviendo a la Misa dominical, a la familia que Dios nos encomendó y a los compromisos que sabemos que El nos pide desde hace tiempo. “Vete y no peques más. Yo no te condeno” -le dice Jesús a aquella mujer- y eso mismo dice el sacerdote al penitente al terminar la confesión. Algo nuevo sucede entonces. La vida cambia en Su compañía. “No recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando ¿no lo notáis? Un camino en el desierto, un manantial en el yermo, para saciar la sed de mi pueblo elegido, al que amo, para que proclame mi alabanza”. (Is 43, 18-21) ¿Creeremos de una vez por todas a este Dios apasionado por nosotros en el Año de la Fe? Para vosotros y con vosotros yo también le pido: “¡Señor, yo creo –creemos, queremos creer- pero aumenta nuestra fe!”. Dios os bendiga.

+Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta


En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer las atenciones y la bendición de D. Rafael, nuestro obispo.

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