domingo, 10 de abril de 2011

Evangelio comentado. Quinto domingo de Cuaresma

Para este quinto y último domingo de cuaresma, el comentario sobre el Evangelio de San Juan nos lo ofrece el Excmo. y Rvdmo. D. Antonio Ceballo Atienza, Obispo de Cádiz y Ceuta.


Queremos agradecer la participación de todos los colaboradores que durante estos domingos de cuaresma nos han ofrecido tanto el Evangelio correspondiente al ciclo A como una reflexión personal del mismo y su oración.


Dada la hermosa acogida que ha tenido esta iniciativa que se ha puesto en marcha desde la vocalía de formación, vamos a intentar extenderla a otras celebraciones litúrgicas relacionadas con la actividad de nuestra Cofradía durante el año.


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 1-45


En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”.


Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”


Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aun que haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”.Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?”

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.


Reflexión

La realidad de la muerte nos sobrecoge a todos. Sin embargo no todos afrontamos la muerte con igual sentido. Para unos la muerte es el final del camino. Tienen un concepto materialista y hedonista de la vida. Son aquellos que negando la resurrección de los muertos viven la vida al máximo y su lema es “comamos y bebamos que mañana moriremos”; actitud ante la vida que reprochaba el apóstol san Pablo (1Cor. 15,32). Otros, aunque no tiene una visión trascendental de la vida, desde su conciencia filantrópica consideran que, al no poder vencer a la muerto, lo que si hay que hacer es crear la estructuras adecuadas que hagan posible –en este mundo- la felicidad del hombre. Los cristianos, que amamos la vida y trabajamos por hacer de este mundo un signo de la presencia del reino de Dios, contemplamos la muerte no como el sin sentido de la existencia sino como la puerta que nos abre al acceso definitivo a Dios, nuestro Creador y Señor. Venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Nuestra fe en al vida nueva no se fundamenta e unas ideas filosóficas sino que se cimienta en una persona: Jesucristo.

“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree e mi, aunque haya muerto, vivirá: y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Creer que en Cristo Jesús está la vida solo es posible desde la fe. Por esta razón pregunta a Marta: ¿Crees esto? La afirmación que Jesús hace de si mismo y la pregunta que hace a Marta, también se dirigen a lo más hondo de cada uno de nosotros. Sólo pueden ser captadas y respondidas desde la hondura de la realidad y experiencia humana que tienen las palabras “vida” y “muerte”.

Marta responde afirmativamente a la pregunta de Jesús, dando la razón “Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Al reconocer a Jesús como el Mesías acepta también, desde la fe, algo difícil de entender y creer para la mente del hombre: “el que haya muerto, vivirá; y el que está vivo, no morirá para siempre”. La fe en Cristo Jesús es principio de vida eterna.

La resurrección, mejor dicho, la revivificación de Lázaro es signo del poder de Jesús para vencer a la muerte y el soporte de la misma, el pecado. Victoria que se consumará y será realidad definitiva con su resurrección. Jesús es la vida.

Esta en nuestra fe, ésta es nuestra esperanza. Este misterio de la muerte y de la vida es lo que celebramos próximamente en la Pascual. Que en estos últimos días de intensa preparación para las celebraciones pascuales, pidamos y anhelemos esta verdad de fe en lo más hondo de cada uno de nosotros, en el corazón de nuestra vida: que estamos llamados a vivir eternamente con Dios, al que veremos tal cual es (1 Jn 3, 1-3).

Oración


Señor Jesús, Tú que eres la resurrección y la vida,
infunde en mi alegría de vivir;
haz de mi un apóstol de la vida en esta sociedad
en la que impera la cultura de la muerte.
Te pido que mi vida sea testimonio
de la Vida Nueva que espero.
Al abandonar este mundo,
en la hora de mi muerte, te pido, Señor,
que arrepentido y absuelto de los pecados,
por el sacramento de reconciliación,
pueda abandonar este mundo
con al paz y serenidad que da el saber
que Tú eres la Vida. Amén.

+ Antonio Ceballo Atienza
- Obispo de Cádiz y Ceuta -

No hay comentarios:

Publicar un comentario