domingo, 18 de marzo de 2012

Evangelio comentado. Cuarto domingo de Cuaresmas

Para este cuarto domingo, el comentario sobre el Evangelio de San Juan nos lo ofrece el Seminarista Antonio Jesús López García-Mohedano.

- IV Domingo de Cuaresma -

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21.

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio del Domingo IV de Cuaresma

EL COLIRIO DE LA FE (Jn 3,14-21).


Nicodemo era miembro del Sanedrín, dignatario fariseo, maestro de Israel e instruido en las Escrituras. En la noche se acercó a Jesús, fue en busca del verdadero maestro. Reconoce que Jesús ha venido de parte de Dios, pero le falta el paso de la fe. Lo que le preocupaba a Nicodemo era la salvación del hombre, el sentido de la vida.

En otro tiempo la serpiente que mordía a los israelitas se convirtió en signo de salvación en el estandarte de Moisés; esta paradoja se verifica en la elevación de Jesús en la cruz. Él muere para darnos la vida a los demás.

El camino de salvación que Jesús le propone es vivir en la verdad y sin miedo a la luz. Cristo es el signo que el Padre levanta en medio del mundo, para que todo el que lo mire con fe no muera, sino que alcance vida eterna. En Él se nos descubre el infinito amor de Dios, ese amor inmenso, asombroso, desconcertante.

Nosotros hemos de mirar a Cristo levantado en la cruz. No podemos dejar pasar la oportunidad de convertirnos a Dios. Aún quedan en nuestras vidas rincones de oscuridad. Sólo Cristo nos ilumina plenamente: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

La Cuaresma es también un tiempo apropiado para acudir al Sacramento del Perdón. Cada vez que acudimos a nuestro Padre misericordioso, recibimos la luz de la gracia que nos transforma y nos devuelve la dignidad de hombres nuevos en Cristo. Toda nuestra vida debe estar íntimamente vivida a la luz de Cristo en la cruz. La fe en Jesucristo nos ayuda a verlo todo con ojos nuevos, con la luz y la claridad que aporta Dios a la creación. Él es la luz.


ORACIÓN:


Señor Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Antonio Jesús López García-Mohedano
Seminarista

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