lunes, 27 de abril de 2020

HISTORIA DEL SANTO ROSARIO I



LA VOCALÍA DE FORMACIÓN INFORMA 


HISTORIA DEL SANTO ROSARIO I 



Orígenes 



El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución. Una evolución que aún no ha concluido. 



Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 se fundó la Orden Cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos (cf. Ap 5,9; 14,3; 15,3). Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los dedicados a la oración coral (que rezaban al día unos 150 salmos, dependiendo de las circunstancias litúrgicas) y los dedicados al trabajo manual. Éstos últimos solían ser personas sencillas e iletradas que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios. Pero era preciso que también orasen. Por ello algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras comunidades religiosas, y entre sacerdotes y laicos. 



En el siglo XII, la Orden Cisterciense (fundada en 1098) le va a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto es así, que casi todas sus abadías fundadas por ellos llevan el nombre de una advocación mariana. Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió mucho la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V). Es él quien inventó el título de «Nuestra Señora»: de tal forma que María va dejando de tener la imagen de «la Señora feudal» y pasa a ser «Nuestra Señora», es decir, «Nuestra Madre». Pues bien, en este contexto, las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo su primera parte, la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo»y algunos le añadían la segunda parte del saludo: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre». 



A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150 Padrenuestros. Se crea así el «Salterio de María». Y se va a añadir el nombre de «Jesús» al final de la Salutación del Ángel. Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de «contadores», es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando. 



El Rosario y las órdenes mendicantes 



En el siglo XIV las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente. Sobre todo lo difundieron en la zona ribereña del Rin, la zona renana, donde en el siglo XIII se había desarrollado el movimiento espiritual de las beguinas, que eran mujeres piadosas que vivían en comunidad, con una espiritualidad mística muy profunda, la cual fue el núcleo de donde surge en la primera década del siglo XIV la mística renana del Maestro Eckhart (ca. 1260-ca. 1327) y otros dos dominicos discípulos suyos: Juan Tauler (ca. 1300-1361) y el beato Enrique Susón (ca. 1295-1365). Pero la espiritualidad de las beguinas cayó bajo la sospecha de herejía, por lo que un medio de reconducir a aquellas mujeres fue inculcándolas el rezo del Salterio de María. 



Dado que la mística renana fue también sospechosa de herejía, surgió hacia 1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna, que proponía, básicamente, una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio. En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas de la zona renana, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: «… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén». O «… que murió en la Cruz». Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos modos de hacerlo. 



Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaría completo, añadiendo la segunda parte: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». Y es así como poco a poco se va conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pasajes de la vida de Jesús y su Madre. 



Las Cofradías del Rosario 



En 1470 el dominico fr. Alain de la Roche ‒o Alano de Rupe‒ (1428-1475), funda en Douai (ciudad del norte de Francia, cercana a la zona renana) la Cofradía del Salterio de la Gloriosa Virgen María. Sus principales objetivos eran: difundir la devoción al Rosario, crear un ambiente de espiritualidad mariana entre sus cofrades y pedir la intercesión de la Virgen. Pues bien, inspirado en Alain de la Roche, el prior de los dominicos de Colonia (ciudad situada en la zona renana) creó en 1475 la primera Cofradía del Rosario. Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán los dominicos los grandes difusores del Rosario, aunque también lo hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes. 



Cuatro factores: es muy sencilla, se puede rezar individual o comunitariamente, anima a meditar los Evangelios y ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos. 



Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito de esta oración: es muy sencilla, se puede rezar individual o comunitariamente, anima a meditar los Evangelios y ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos. Gracias a esto último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas o el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis. 



Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad dominicana, en esta época comienza a identificarse a santo Domingo con el Rosario. Y, pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María entregó a este santo un rosario, pidiéndole que propagara esta oración por el mundo entero; considerando así a santo Domingo el fundador del Rosario. 



San Pío V y el rosario 



En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la turca, que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María intercediera. Como consecuencia de esta victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esta fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto. 



El Papa Pío V y la batalla de Lepanto 



Además, san Pío V fijó el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los se medita la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a «sintonizar» nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo. 


Fray Julián de Cos, O.P.





No hay comentarios:

Publicar un comentario