sábado, 26 de marzo de 2011

Evangelio comentado. Tercer Domingo de Cuaresma


Para este tercer domingo, el comentario sobre el Evangelio de San Juan nos lo ofrece Jesús García Morales, Seminarista.

Queremos agradecer la participación de todos los colaboradores e informaros que la misma esta abierta a todos los hermanos y devotos que quieran participar aportando su comentario.

Evangelio

Evangelio según San Juan 4,5-42.

Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".

Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?".

Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva". "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?". Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed.

El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna". "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla". Jesús le respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí".

La mujer respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad". La mujer le dijo: "Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar".

Jesús le respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo". Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla contigo".

En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: "¿Qué quieres de ella?" o "¿Por qué hablas con ella?". La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?". Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro". Pero él les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen". Los discípulos se preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de comer?".

Jesús les respondió: "Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría.

Porque en esto se cumple el proverbio: 'no siembra y otro cosecha' Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos". Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".

Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo".


Reflexión


Jesús rompe barreras. El simple hecho de dialogar con una mujer en público ya se consideraba escandaloso, si además esa mujer era samaritana ¡mucho más!, pues los judíos consideraban enemigos a los samaritanos.

Jesús busca la ayuda de la samaritana, Jesús, siendo Dios hecho hombre, se muestra tan humano que siente sed; busca su ayuda, busca tu ayuda para poder trasmitir su mensaje.

Y es que nosotros mismos podemos beber, pero al poco, volvemos a sentir sed. ¿Cómo será esa agua viva que Jesucristo le promete a esta mujer? Es un agua que nos da la salud plena, o sea, la vida eterna. Jesús nos pide que nos acerquemos a Él día a día, que no dejemos de beber de su pozo, que siempre estará allí. Para ello tenemos que traer siempre con nosotros el cántaro preparado, el cántaro vacío o al menos libre de tantas aguas turbulentas que nos depara la vida. Tenemos que traerlo con muchas ganas de llenarlo. Que nuestra vida, que es ese cántaro esté siempre dispuesta a acoger lo que Jesús nos ofrece, estando plenamente seguros de que todo lo que quiere para nosotros es para nuestro bien, lo hace gratis y es bueno, inmensamente bueno.

La Cuaresma sigue siendo ese camino donde acercarnos más a Dios y a los hermanos más necesitados a través de la Iglesia, a través de nuestra Hermandad, camino que el Señor ha dispuesto en nuestras vidas para ayudarnos a beber y dar de beber el “agua viva” del que Jesús nos habla.

Oración

Te pedimos Señor que nos des de esa agua viva que calmará nuestra sed. No permitas que nos separemos nunca de ti para que nuestra fé no se vea ahogada por nuestra rutina, por nuestro hastío espiritual y por las situaciones de dificultad que nos presenta el día a día de nuestra vida.

Que tu espíritu Señor venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

Jesús García Morales

- Seminarista -

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