domingo, 9 de diciembre de 2012

Segundo Domingo de Adviento


S E G U N D O D O M I N G O D E A D V I E N T O

San Juan Bautista niño en el desierto. Autor Francisco de Goya y Lucientes. Museo Nacional del Prado.



Evangelio: Lucas 3, 1-6

"Todos verán la salvación de Dios"

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios".


La meditación de este Evangelio, nos la ofrece Fr. Carlos Quijano Sánchez, o.c.d, Prior de la Orden de los Carmelitas Descalzos en Cádiz.

M E D I T A C I O N

“Todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6)

“Una voz grita en el desierto…” (Lc 3,4) 

En el “desierto del corazón” se escucha un grito: la palabra de Juan el Bautista.

Corazón desértico.  Así es el corazón del hombre en esta sociedad tan vacía de contenidos trascendentales y valores morales, por eso “la presencia” de Dios va perdiendo interés en el corazón que no lo descubre como horizonte último de su existencia.

Y en ese corazón desértico, vacío de lo trascendente; corazón dormido ente la presencia de Dios; corazón apagado porque no percibe el fuego del auténtico amor; corazón atrapado en la superficialidad de la vida… En ese corazón “del hoy” de la Humanidad, resuena con  fuerza la Palabra de Juan, eco de la Palabra profética de Isaías:

“Preparad el camino del Señor…” (Jn 3,4)


De eso se trata precisamente, de despertar el corazón dormido; de encender el corazón apagado; de abrir “los sentidos” de la propia interioridad a lo trascendente, a la invitación a salir de la superficialidad de la vida.  En definitiva, a salir de los caminos equivocados que alejan de Dios e impiden preparar una ruta nueva, distinta, para que en “el más profundo centro del alma” pueda transitar el Señor “como en su propia casa”.

De eso se trata: “Todos verán la salvación de Dios”. (Jn 3, 6)

Si no preparamos esa nueva ruta – desde dentro – la salvación de Dios, sí, estará, pero no vendrá a nosotros, no la captaremos.

Y este es el sentido del clamor profético de las palabras de Isaías que Juan actualiza y le da nueva energía: 

“Allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido de enderece, lo escabroso se iguale” (Jn 3, 4)

Allanad y enderezar el terreno y el camino de la “vida de mi alma”, vida amordazada - ¡tantas veces! -  por la indiferencia, la inercia, el olvido… el pecado.

El Adviento requiere y exige, por tanto, trabajo y esfuerzo de preparación por parte de la persona que cree, espera y ama…
Lo importante es “no cerrar la puerta”.
Lo importante es “no desoir ninguna llamada”.
Lo importante es “seguir buscando, aunque sea, desde el último resto de nuestras fuerzas”, porque somos débiles.

Dios, porque es Amor, no se cansa de esperar.
El nunca se esconde del que lo busca con sinceridad de corazón.

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi  voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)

Y del encuentro con Él – “el Amado de mi alma” -  surge la vida plena.

“Yo soy el camino, la Verdad y la Vida… nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6)

Fr. Carlos Quijano Sánchez, o.c.d.


En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de Fr. Carlos.

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