sábado, 13 de octubre de 2012

Quinto Misterio Gozoso. El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo


El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo

El Hallazgo del Salvador en el templo. Autor William Holman Hunt. Birmingham Museum & Art Gallery

«Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres... 


Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 41-47) 


«El hallazgo de Jesús en el Templo es el único suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús. Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de su filiación divina: "¿No sabíais que me debo a los asuntos de mi Padre?" » (CIC, 534).


La meditación de este misterio, nos la ofrece Dª. Elena González Pérez, colaborador del Secretariado Diocesano para el Diálogo Fe-Cultura.


M E D I T A C I O N

El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo


Buscando de caravana en caravana... ¡cuántas veces hemos buscado a Cristo en el lugar equivocado! Jesús, que nunca te perdamos pues entonces la desgracia y el dolor se unen. Pero cuando ésto ocurre, los cristianos nos consolamos en el encuentro gozoso del sacramento de la Reconciliación 

No perdamos de vista el lugar y la forma en que encuentran José y María al Niño: en el templo y entre los doctores, hablando de doctrina. Este pasaje evangélico nos recuerda la importancia de la formación en nuestra Fe, un don que recibimos de Dios y que nosotros debemos alimentar. Y es que a Cristo no se le encuentra en la superficialidad de una religión buscada a la medida que puede ser cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestra suerte (Benedicto XVI, JMJ Colonia 2005). No pocas veces recuerda nuestro Santo Padre la importancia del conocimiento y estudio del catecismo en su carta apostólica Porta Fidei con la que se convoca el Año de la Fe. Un catecismo que la Iglesia, como una madre preocupada por la formación de sus  hijos, se ha esforzado en actualizar y enseñar a todos los cristianos, sirva como ejemplo la publicación del YouCat para jóvenes, pues los laicos no estamos exentos de su conocimiento. Al contrario, es un pilar para crecer en la fe, pues cuanto mayor sea el conocimiento, más fuerte nuestra fe, y cuanta más fe, más caridad. Y si no conocemos nuestra fe, será difícil compartirla con los demás.

¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? -dice Jesús-. Qué alegría saberse hijo de la Iglesia, donde cabemos todos en nuestra diversidad y donde poder “estar en las cosas del Padre...” a imitación de Cristo, siendo fieles a la llamada del cristiano, que no es otra que la santidad y el apostolado. En esto último debemos poner especial interés en este Año de la Fe que comenzamos. Y para ello, nos viene muy bien contemplar la humildad de Cristo manifestada en este pasaje del Evangelio: Cristo se sienta en medio de los doctores y les escucha para poder contestarles, y así establecer un diálogo. Esa es nuestra herramienta para la Nueva Evangelización, el diálogo de la fe que iniciado a partir de una sólida formación, surge en medio del mundo y en la cotidianidad de nuestra vida. 

Pero la fe no es cuestión de mera teoría, dice el apóstol Santiago: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?” (St 2, 14). Dice además, nuestro Santo Padre que “la fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino” (Porta Fidei 14). Por ello propone que el Año de la Fe sea para los cristianos una oportunidad de intensificar el testimonio de la caridad. Esa misma caridad con la que Cristo dialoga con los doctores y esa misma caridad con la que deja a los de su casa para estar en las cosas de su Padre.

Y siguiendo la doctrina del Papa podemos afirmar que “la Virgen nos da confianza, nos toma de la mano, nos guía, nos ayuda en el camino para unirnos a la voluntad de Dios, como Ella lo hizo desde el primer momento, expresando esta unión en su fiat”. (B XVI Lectio Divina, 21 febrero 2009). Que en el silencio de la oración, María sea nuestra confidente, temple de nuestra fe y protectora de nuestro apostolado. 


Elena González Pérez.


En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de Elena con esta campaña.

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