La Asunción de María al cielo
La Asunción de la Virgen. Autor Juan Martín Cabezalero. Museo Nacional del Prado |
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49).
«La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo» (CIC, 974).
La meditación de este misterio, nos la ofrece el cofrade D. Vicente Rodríguez Fernández,
M E D I T A C I O N
La Asunción de María al cielo
Prodigio divino obrado con la Virgen María. Sólo Ella, únicamente Ella pudo ser digna de que su cuerpo no conociera la corrupción que la muerte imprime a todos los mortales. Sólo Ella, únicamente Ella tuvo el privilegio de que su cuerpo y su alma fueran unidos al Reino de los Cielos. Sólo Ella, únicamente Ella.
Dios….Dios nos hizo a su imagen y semejanza a todos. A su imagen y semejanza existe nuestra alma y existe nuestro cuerpo. San Pablo en su Primera Carta a los Corintios (1Cor 15, 54-57) ya nos revela que el cuerpo de cada uno de nosotros que conocemos, se vestirá de incorrupción; con ello quedará vencida la muerte para siempre. Es por eso que estando en manos de Dios, alma y cuerpo serán uno solo en la vida eterna que Él mismo nos promete.
Pero no fue así con la Virgen María. Ella no conoció la corrupción del sepulcro, pues alma y cuerpo fueron elevadas al cielo como muestra de la gloria de Dios mismo. No existió persona más pura ni con el alma más limpia, por eso tuvo el inmenso privilegio de ser escogida para ser la madre Jesucristo. Y así fue. Quiso el propio Dios que su cuerpo y su alma permanecieran unidos para toda la eternidad. Perpetuó su existencia terrena para siempre, haciéndola partícipe de la resurrección que Él mismo nos promete.
Dice la tradición cristiana que en el momento del tránsito de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, estaba rodeada de los apóstoles. La Virgen, los apóstoles y la mano del Todopoderoso. Como en el cenáculo en que se hizo presente el mismo Espíritu Santo de Dios, la asunción de María vuelve a obrar un nuevo Pentecostés. Vuelven a obrarse las maravillas del Señor en la persona de la Virgen María. El tabernáculo, el sagrario de vida del mismo Jesucristo está intacto en los cielos. No pudo ser de otra forma.
Bendita sea la hora en que la Virgen fue asunta en cuerpo y alma a los cielos. Tenemos la inmensa dicha de saber que contamos con Ella como abogada de la gracia ante Dios, nuestro Señor. No pudo haber mayor milagro que el que en Ella se obró. Qué inmensa tranquilidad para todos los hombres, hijos de Dios, el saber que una mujer como María, una persona, ya disfruta por voluntad de Dios mismo de la resurrección a la vida eterna en cuerpo y alma. Es un anticipo de nuestra propia resurrección y la prueba de fe más palpable.
Santa María asunta a los cielos: Que la gracia que tú mereciste, logremos alcanzarla algún día el resto de los mortales por tu intercesión, tu mediación y tu misma gloria. Madre de Jesucristo y Madre nuestra, sumida en desvelos sin fin por toda la humanidad: Tú que fuiste elevada en cuerpo y alma al cielo, acaricia nuestras almas con tu cariño maternal y haznos dignos de alcanzar la vida eterna revestidos de incorrupción. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Vicente Rodríguez Fernández
En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de Vicente con esta campaña.
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