El Nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén
La Natividad. Autor Juan Correa de Vivar. Museo Nacional del Prado |
«Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2,1-7).
«Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo» (CIC, 525).
La meditación de este misterio, nos la ofrece D. José Manuel Helmo Sánchez, colaborador del Secretariado Diocesano para el Diálogo Fe-Cultura.
M E D I T A C I O N
El nacimiento del hijo de Dios en el portal de Belén
Jesús nos sorprende desde su primer día. Desde el momento del nacimiento, todo un Dios, se hace pequeño entre los hombres y quiere nacer en un pobre pesebre, rodeado de miseria. Jesús viene sin pretensiones, sin grandezas, sin soberbias. Él, que podría presentarse grandioso y rodeado de bienes, prefiere hacerse necesitado, prefiere tomar el último puesto. Él, que podría venir con fuerza y haciendo ruido, viene hasta nosotros prudente y callado. Se ofrece desde el primer día desde la humildad y la sencillez. Todo un Rey descansando en la incomodidad de un establo.
María no se queda atrás. Ya desde el pesebre nos entrega esta primera lección: Ella es humilde y acepta la desproporción de las circunstancias. No se queja, no mira al cielo con reproche, no se desvive por lo estrambótico del momento. María se siente comprometida con la misión que le ha sido entregada y no tiene espacio para la lamentación. Su corazón rebosa de gracia y está feliz por el nacimiento de su hijo.
María nos enseña que ninguna circunstancia debiera causarnos desesperación. Nada hay que nos excuse de alabar a Dios en todo momento. No podemos perder la esperanza y dejar de vivir con gozo los distintos escenarios de nuestra vida. María se abandona en manos de Dios y acepta humildemente su situación. No necesita más que el cariño de José y el calor de unos animales. Nos muestra que la felicidad solo reside en aceptar incondicionalmente la voluntad de Dios.
Y ahora, dos mil años después, Jesús vuelve a nacer cada día. Se sigue haciendo presente en nuestras casas pidiendo cobijo para no tener que nacer entre pajas y animales. Jesús nace cada día en las interminables colas de los comedores sociales, en los bancos de las plazas, entre cartones y retales. Ocurrió que en Belén, la Sagrada Familia no encuentra cobijo y recurre al establo “porque no tenían sitio en la posada”. Hoy, como aquel día, seguimos sin tener sitio para Jesús y los suyos.
El nacimiento de Jesús nos invita a vivir con la emoción y la intensidad de los pastores todos los momentos de encuentro con Dios. Con su nacimiento, Jesús nos muestra a un Dios que no se ha revelado a los sabios ni entendidos, sino a los humildes, a los de corazón sencillo.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
José Manuel Helmo Sánchez.
En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de José Manuel con esta campaña.
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