La presentación de Jesús en el Templo
«Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor» (Lc 2, 21-24).
«La circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento, es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley» (CIC, 527).
La meditación de este misterio, nos la ofrece la M. Inmaculada del Espíritu Santo OCD, priora del Monasterio del Corpus Christi,
M E D I T A C I O N
Presentación del Señor en el Templo
Contemplamos el cuarto misterio gozoso de la vida del Señor.
A simple vista, la narración del texto evangélico nos cuenta el episodio de la entrada en el templo de un niño en brazos de su madre para ser ambos purificados y, así cumplir con la Ley de Moisés, que prescribía la purificación de madre e hijo a los cuarenta días de nacido.
Pero el hecho encierra en sí un gran misterio, que en la plenitud de los tiempos se nos ha dado a conocer.
Este niño nacido en un pobre portal en la pequeña ciudad de Belén es el mismo Hijo de Dios, el Mesías esperado por el pueblo de Israel, nacido virginalmente de las entrañas de una doncella de Nazareth. Estamos ante el Misterio: el Hijo de Dios hecho carne, uno entre nosotros. Dios verdadero y hombre verdadero.
Pasados los primeros cuarenta días, María y José se trasladan hasta Jerusalén para cumplir con la Ley y presentar la ofrenda prescrita. Entra al templo el Santo de Dios, Aquel que llena el templo. Se cumple la profecía del profeta Malaquías: “De pronto entrará en el Santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis”.(Ml.3,1-4) Es el tiempo de la misericordia y Dios va al encuentro de su pueblo. Dios muestra hoy a su Hijo al pueblo y a todas las naciones. Dios viene, ha llegado la plenitud de los tiempos, el tiempo de la salvación. Dios está en ese pequeño niño. Es El, el Cristo.
A un mismo tiempo Dios va a ser en ese niño sacerdote y ofrenda: “ Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: Todo primogénito será consagrado al Señor, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones”. El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana. El, siendo rico se hizo pobre por nosotros, como dice San Pablo. Y así se somete a la ley: es presentado como todo varón primogénito para ser consagrado al Señor, respondiendo al mandato que recibió Moisés de parte de Yahveh, en alusión a la salida de Egipto del pueblo de Israel. El Hijo se presenta al Padre: el Siervo a su Señor: “ Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios no te agradaron. Entonces dije: ! He aquí que vengo pues de mi está escrito en el rollo del libro a hacer, Oh Dios, tu voluntad!”, dice la carta a los Hebreos. Y la ofrenda queda santificada para siempre por el sacrificio de Cristo. El es la ofrenda pura.
“Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. El Espíritu Santo revela al anciano Simeón la naturaleza de este niño, y su misión. Se convierte en profeta y mensajero del Mesías y en representante de todos aquellos que lo esperan con fe. Dios premió la espera de Simeón con la acogida del Mesías en sus brazos, y con la revelación del Misterio escondido desde siglos. Es figura de la Iglesia para todos los creyentes, y ejemplo del alma habitada por el Espíritu Santo, dador de todos los dones. De manera semejante, la profetisa Ana es para nosotros reflejo del creyente que canta las maravillas del Señor, su alabanza a todas las naciones. Porque ha puesto su vida en el Señor, sabe descubrirle en ese niño que está entre los brazos del anciano Simeón. Se convierte en mensajera de Dios que viene a librar a su pueblo.
En este relato quisiera resaltar las palabras del anciano Simeón a María, la Madre de Jesús. “Y a ti, una espada te traspasará el alma”. Todos llevamos dentro de nuestra alma una imagen querida de María Santísima. Madre de Jesús, no podía por menos no participar de la suerte de su hijo, del Hijo. Los dolores que no tuvo en el parto virginal los tuvo en la cruz por todos nosotros. Y por sus dolores somos hechos hijos suyos por su corredención con Cristo. Ella es nuestra Madre. El signo de contradicción que traía el Hijo a este mundo, es signo también para todos los que quieran ser sus discípulos, para toda la Iglesia. Seguir al Maestro será seguirle hasta la cruz y morir con El para con El ser resucitados. Con María la Iglesia camina segura en este mundo hacia el encuentro de su Señor resucitado y glorioso.
M. Inmaculada del Espíritu Santo OCD, priora del Monasterio del Corpus Christi (MM. Carmelitas Descalzas).
En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de la M. Inmaculada con esta campaña.
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