viernes, 19 de octubre de 2012

Primer Misterio Doloroso. La Oración en el Huerto


La oración en el Huerto

La Oración en el Huerto. Autor Corrado Giaquinto. Museo Nacional del Prado

«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras voy a orar". Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: "Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo". Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú"» (Mt 26, 36-39). 

«Este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio y en el último combate de su agonía» (CIC, 2.849)


La meditación de este misterio, nos la ofrece el canónigo y Deán de la S.A.I. Catedral de Cádiz el Rvdo. P. D. Guillermo Domínguez Leonsegui, Vicario General de las Diócesis de Cádiz y Ceuta,

M E D I T A C I O N

La oración en el Huerto

La noche de Getsemaní es inagotable. Cada uno ha de llevarse de ella lo que su corazón puede abarcar. Nosotros nos ceñiremos a lo dicho en la Escritura: “Empezó a temblar y angustiarse”, y “su sudor se hizo como espesas gotas de sangre que caían en tierra” (Mc 14,34 y Lc 22,44). Es el horror que siente el Salvador ante el pecado. No sólo ante el dolor y la muerte como tales, sino ante el hecho de que deban existir como expiación por el pecado. Éste debía tomarlo sobre sí y hacerse responsable de él. Lo tremendo que tuvo que ser esto lo expresan las otras palabras que pronuncia rezando: “¡Padre, todo te es posible; aparta de mí este cáliz!” (Mc 14,36). 

        Lo que va a suceder atenta contra todo su ser; no sólo como la muerte contra la voluntad de vivir, sino como el pecado contra Dios. La frase de Jesús termina así: “Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú” (Mc 14,36). Lo peor del pecado es su ocultamiento. Siempre tiende a aparecer como algo natural que no puede evitarse, como algo en que se manifiesta la fuerza de la vida, o la seriedad de la misma, o su carácter trágico, o algo semejante. Cuando vivimos lo que Cristo experimenta aquí, se nos abren los ojos. Es un momento importante en la vida de un cristiano cuando, por primera vez, siente horror ante la realidad del pecado. En todas partes nos encontramos con la angustia de los seres humanos; pero ellos no saben qué es lo que les angustia más profundamente. Es el pecado, a cuyo hechizo está sometido todo su ser. En la angustia de Cristo queda patente su verdadero y horrible significado. Es aquello que provoca en este momento el horror del Hijo de Dios. Cada uno de nosotros debe reconocer con la máxima serenidad que son sus pecados lo que aquí se revela en todo su espanto. 


       Los tres misterios siguientes hablan de los sufrimientos que ha de soportar el Señor antes de morir. Entre ellos media lo que relatan los Evangelios sobre el prendimiento, el proceso y la condena a muerte, y la incidencia que tienen sobre el desarrollo de la Pasión. Resulta difícil decir algo sobre estos misterios. Tratan de nosotros, hombres extraviados, y de cómo asumió el Señor este extravío y lo padeció. Lo que contienen en sí es infinito. Nosotros podemos destacar uno u otro aspecto, y el orante verá por sí mismo cómo ha de proseguir la meditación.


P. Guillermo Domínguez Leonsegui


En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración del Padre Guillermo con esta campaña.

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